UGT y CC OO mantienen la farsa de la lucha sindical.
No han podido quedar más en evidencia UGT y CC OO en la dramática situación que atraviesa España, primero con su nula capacidad de convocatoria en el paro de los funcionarios y ahora con la huelga general que no sólo no va a resolver nada, sino que va a asfixiar a aún más la economía, y que han convocado para el 29 de septiembre, demostrando que primero son sus vacaciones y después la lucha sindical. Autorretato redondo. Ni representan a nadie ni valen como interlocutores. Quedan, eso sí, como comparsas del poder, manteniendo a duras penas la farsa de una lucha obrera que sólo existe en la memoria prehistórica. La crucial necesidad de la reforma laboral ha tapado la otra reforma pendiente que sería bueno abordar en España: la sindical.
¿Qué sentido tienen estas organizaciones espectrales, que devienen en zánganos de la colmena social y constituyen una rémora añadida para la economía? Un análisis frío permite extraer una conclusión indiscutible: las centrales mayoritarias no son representativas. El nivel de afiliación de UGT y CC OO es uno de los más bajos de Europa (no llega al 10%), a años luz de Suecia o Dinamarca, donde están en niveles del 70%, y donde la sindicación, por cierto, es voluntaria. Y la tendencia es descendente, ya que la proporción de trabajadores sindicados ha ido cayendo gradualmente en las últimas tres décadas. Lo cual no se compadece con el plus de representación institucional que se otorgaba a las dos grandes centrales en la Ley Sindical de 1985. Un diseño que pudo tener sentido en aquellos años, pero que ha resultado desfasado, al consagrar en la práctica el sindicalismo único (primaba a UGT y CC OO en detrimento de otras centrales) y al conferirles un desmedido poder institucional. Paradójicamente, a medida que se robustecía la influencia institucional de los sindicatos disminuía su capacidad de representación de los trabajadores.
También ha perjudicado su teórico papel la dependencia del poder político. Comenzando por el reparto del antiguo patrimonio sindical del que se benefició UGT al obtener la propiedad de 144 inmuebles con más de 135.000 metros cuadrados y un pago de 174 millones de euros y siguiendo por el generoso maná que con cargo a las arcas públicas, han convertido a UGT y Comisiones en apéndices de los Gobiernos y en parásitos de la sociedad. Zapatero ha sabido explotar este talón de Aquiles, comprando "su cariño" a golpe de cheque, llegando a extremos de verdadero escándalo: en 2009 duplicó las subvenciones del año anterior, llegando a los 193 millones de euros, fifty-fifty para UGT y CC OO. El unte se ha revelado infalible: primero, para asegurarse el silencio sindical mientras se destruía empleo y se llegaba a la cota de los 4,5 millones de parados; y cuando Toxo y Méndez no han tenido más remedio que saltar ante el decretazo laboral, aunque sólo sea para guardar las formas, han convocado la huelga general para el 29 de septiembre, haciéndola coincidir con las movilizaciones en toda Europa. Una jugada para que la respuesta sindical quede englobada en la agresión global "contra el Estado del bienestar", como dijo ayer el dirigente ugetista Lito.
El paripé supone una burla para los cuatro millones y medio de españoles que están a la intemperie. Y exige una reflexión sobre el papel de unas organizaciones inoperantes y trasnochadas que, a la postre, pesan sobre las espaldas de los españoles.