A Zapatero se le ha helado la sonrisa
Ni la simpatía del buen talante, ni el optimismo irresistible, ni el encanto castellano-leonés, Rodríguez Zapatero ha dilapidado el atractivo que tuviera. Y se le ha helado la tradicional sonrisa. Eso es lo que se vió en la tribuna del Congreso mientras anunciaba recortes en los gastos sociales que dijo que nunca recortaría.
Curiosamente, el mismo número de páginas (8) ocupa el discurso del presidente presentando su tijeretazo contra el déficit -bien explicado en esta infografía de Terra-, como la respuesta recibida del jefe de la oposición, Mariano Rajoy.
El vídeo de esa sesión del Congreso es bien elocuente del abatimiento, del rictus grave y sufrido del presidente del Gobierno, escuchando cómo los líderes del PP y de CiU le llamaban de todo menos bonito. Y enfrente, la euforia de la bancada de los peperos, excitados cual fieras ante la presa que muestra su debilidad.
Pero no es tiempo de compasiones ni de juicios morales. Es tiempo de apretarse el cinturón o, dicho más claramente, de hacernos algo más pobres. Pero, ¿quiénes?
En vez de pedir un sacrificio salarial repartido entre todos, pero entre todos, se le impone a unos pocos con desigual reparto de la carga. Los principales sacrificados van a ser los 3.101.900 ciudadanos empleados del Estado en todos sus niveles. Es decir, que el recorte medio de un 5% en los sueldos afectará al 20% de los trabajadores por cuenta ajena. Los demás, los del sector privado, están bien protegidos por los sindicatos y ahí el Gobierno no entra.
¿Son demasiados 3 millones de empleados públicos? Posiblemente sí, sobre todo en CC.AA. y algunos ayuntamientos faraónicos, pero no todos son enchufados o chupatintas.
En esa cifra se incluyen médicos, ATS, profesores, policías, administrativos, jueces, militares, asistentes sociales, etcétera. Y habrá que ver si el tijereretazo a sus bolsillos no desemboca en deterioro de los servicios públicos y baja en la productividad del sector público.
La pregunta del millón es quién ha aconsejado a Zapatero o si lo ha hecho él solito. Posiblemente fueran inevitable recortes en salarios públicos y congelación de pensiones, ¿pero cómo se le ocurre proponer esas medidas y ninguna que afecte a las grandes fortunas?
Reducir ministerios y coches oficiales es pura simbología. No se ha oído en el Congreso, ni parece que se vaya a oir, una subida de la fiscalidad a las sociedades de inversión de los ricos de verdad, las SICAV. Ni el Gobierno ni la oposición cuentan a los españoles que para que los titulares de aquellas sociedades inviertan y no se larguen con el dinero fuera del país, pagan unos impuestos inferiores al sueldo medio de cualquier titulado.
Tan malos consejos ha recibido el presidente o tan escaso anda de argumentos, que resultaba penoso escucharle justificar los recortes a pensionistas y dependientes porque han sido sus Gobiernos quienes en años anteriores más han mejorado a esos colectivos.